Por Benedicto Tres Equis
El ángel es mi marca (fragmento)
"Esta manía de las acuarelas se inició de una manera especial. Debido al hambre, diría yo. A eso y al terrible frío. Durante semanas había vagado con mi amigo Joe por salas de billar y urinarios, dondequiera que hubiese calor animal sin gastos. Una tarde que volvíamos a la morgue, vimos la reproducción de un cuadro de Turner en el escaparate de un gran almacen. Así es exactamente como empezó la cosa. Uno de los periodos más activos, mas agradables de mi esteril vida. Cuando digo que cubrimos el suelo con cuadros, no estoy exagerando. En cuanto se secaban, los colgábamos -y al día siguiente los descolgábamos y colgábamos una nueva colección-. Pintábamos en la parte de atrás de los cuadros usados, los lavábamos, los raspábamos con un cuchillo y, en el transcurso de estos experimentos, descubríamos por accidente algunas cosas sorprendentes. Aprendimos a lograr interesantes resultados con los posos del cafe, con migas de pan, con carbón y con árnica; poníamos los cuadros en la bañera y los dejábamos empaparse durante horas, y después, con un pincel repleto de pintura, nos acercábamos a aquellas empapadas tortillas y dejábamos que el pincel se soltara sobre ellas. Turner fue la causa de todo esto y el crudo invierno de 1927-28.
Como iba diciendo, dos noches antes de mi partida, unos pintores vinieron a casa a inspeccionar nuestro trabajo. Buenos tipos, y nada desdeñosos en interesarse por el trabajo de unos aficionados. Las acuarelas están tiradas en el suelo, como de costumbre, secándose. Como último experimento caminamos encima de ellas, derramando de paso un poco de vino. Son sorprendentes los efectos que puede producir un tacón sucio, o una gota de vino cayendo desde una altura de tres pies, con la mejor de las intenciones. El entusiasmo crece. Dos de mis amigos trabajan en las paredes con pedazos de carbón. Otro hierve café para conseguir unos buenos posos frescos. Los demás bebemos."
Henry Miller es siempre sorprendente, siempre fuera de su época y a contracorriente. Absurdo, irreverente, genial, miserable, virtuoso. Siempre lleno de energía y siempre exagerado. Este fragmento de un capítulo de su Primavera negra se hace más revelador cuando nos enteramos que la imagen que acompaña esta cita es obra suya y ahora vale por lo menos 20 mil dólares. ¿Dónde estarán ahora perdidas las acuarelas de las que habla en el relato? ¿Qué habrá sido capaz de inspirar Turner en este gringo loco?
También es curioso el hecho de que le cagaba que lo compararan con Chagall y, sin embargo, los estilos son sorprendentemente similares: el uso de los colores, las figuras, los alucines, las deformaciones e incluso los temas. Ni hablar Mr. Miller no siempre se tiene la razón o a veces es fácil perderla.
Es vigente, extraño, entrañable. En otra parte del mismo libro afirma "Soy un hombre que mea ampliamente y con frecuencia, lo cual, según dicen, es un signo de gran actividad mental" Con el nunca se sabe si está hablando en serio o se está pitorreando. Yo por lo pronto tomo mucha agua de jamaica para no perder esa actividad.
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