Por Benedicto Tres Equis
Sin duda Victor Trujillo es tan siniestro como hábil. Valiéndose de su personaje y detrás de la máscara se da la oportunidad de ser lo que en la vida real nunca será. Con su alter ego de payaso toma actitudes machinas cuando él es más bien afeminado; el payaso es naco mientras él se da aires pseudointelectuales; pintarrajeado se da la oportunidad del discurso iconoclasta y liberal, mientras que del otro lado es timorado y hasta persignado.
Muy pronto se ha dado cuenta de la raja que le puede sacar (y le está sacando) a lo que en un principio parecía un arranque de prepotencia. La operación es muy sencilla: amenaza + polémica = raiting. El payaso de Trujillo (o sea Brozo) se debe sentir en las nubes por las reacciones que ha desencadenado ante el beneplácito de sus patrones en televisa.
Cada paso que da esta empresa, y muchos de los que ahí trabajan, está encaminado a enseñar el músculo. No tiene que ser un horario triple A para soltar un petardo con repercusiones prácticamente inmediatas. En esta ocasión fueron las redes sociales el laboratorio de pruebas y lo peor de todo es que ni siquiera se tuvo que decir nada concreto, bastó con dejar a la imaginación lo que se supone que pasó para que el asunto circulara por todas partes. Después de las amenazas en red nacional del payaso Trujillo (ahora si me refiero a él) uno supone que la persona que cometió el agravio contra una mujer cuyo mayor mérito es el aparecer en las pantallas de televisión poniendo cara de interés y haciendo comentarios poco inteligentes, en este momento ya fue levantado, torurado y eliminado de la faz de la tierra... y lo más probable es que no sea así, pues el objetivo de demostrar lo que se puede hacer con una cámara y un micrófono ya está cumplido.
Hace unos días se dió la noticia de que en Brasil un tipo caracterizado como payaso ganó un puesto de elección popular.Lo peor es que en nuestro país también todo puede suceder.
Chin!
P.D.
Espero que nada de esto le moleste a Victor Trujillo o a su Brozo, no me vaya a mandar a sus madrinas cibernéticas.
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