El otro día, pensando en no me acuerdo qué asunto, aunque probablemente algo de comida, de repente y sin proponérmelo, caí en la cuenta de que el mes de marzo tiene algo de cabalístico en relación con el número tres. Ahora, yo sé que el tres no es lo que podríamos llamar el número cabalístico por exelencia; no, estoy consciente de que tal atributo lo tienen, por ejemplo, el siete y el trece, y que el tres, en todo caso, es un número netamente de cubilete, aunque me parece que en algunas religiones orientales efectivamente posee ciertas características, digamos, esotéricas. Pero bueno, qué se puede esperar de una religión inventada por gente para la que el arroz no es un mero sabroso primer plato, sobre todo con un huevo arriba, sino su alimento básico…
Viendo las cosas desde ese ángulo, entonces no resulta raro que, como consecuencia de una grave deficiencia alimenticia, sus números cabalísticos anden entre el uno y el cuatro porque, digo, para llegar a trece, mínimo un buen filete de vez en cuando. Pero volviendo a la cabalisticidad del tres en relación con marzo, exploremos algunas sorprendentes coincidencias: marzo es el mes tres del año y tiene treinta y un días. Si a tal cifra le sumamos los dos números que la integran y le restamos uno, nos da tres. Marzo tiene, si le quitamos los días treinta y treinta y uno, ¡tres días con tres!: el día tres de marzo, el día trece de marzo y el día veintitrés de marzo.
Si al día trece le restamos diez, ¿qué nos queda? Otra vez tres. Si al veintitrés le sumamos dos y luego le sustraemos veintidós, nuevamente llegamos a tres. Del día treinta ni hablamos porque el cero, con todo y lo gordito, no cuenta, de manera que allí tenemos un tres más. En otro orden de ideas, marzo tiene tres fechas importantísimas: la conmemoración del natalicio de Juárez, la llegada de la primavera y la salida del invierno y, para colmo, todo ello sucede el día veintiuno, que está formado por un dos y un uno que, sumados, aunque sea difícil de creer nos vuelve a resultar tres.
Ahora, si usted se pone a contar el número de sílabas que componen las conmemoraciones antes mencionadas, el fenómeno comienza a dar un poco de miedo. Vea usted: invierno se divide así: in-vier-no, tres sílabas. Benito (que así se llamaba Juárez) nos da: Be-ni-to, otras tres sílabas y, finalmente, si a primavera, en vez de darle un toque político que, además, arruina mi hipótesis al dividirla PRI-ma-ve-ra, le damos un bello toque familiar y la dividimos prima-ve-ra, entonces nuevamente nos encontramos con un tres.
Otras maneras de encontrarle tres (no le digo) pies al gato a este ligeramente terrorífico y, según entiendo, hasta ahora poco conocido fenómeno cabalístico consiste en, por ejemplo, tomar el día seis y dividirlo entre dos; o, mejor todavía, divida el día nueve entre tres y quédese pasmado; usted nada más fíjese en el doce y sume uno y dos, los números que lo componen; o al catorce, réstele el uno al cuatro; en el caso del dieciséis todo es cuestión de no tomar en cuenta al uno y dividir entre dos el restante seis; sume el uno y el ocho del dieciocho y luego divídalo entre tres y admírese…
Y así me podría seguir, pero me parece más correcto que usted se divierta buscando el cabalístico tres en los días que no he mencionado. Otro dato igualmente escalofriante: agarre una semana de marzo, la que más le guste, tome usted sábado y domingo y 100 súmele el día que su auto no circula, allí tenemos tres días fuera de lo común. Ahora, si de los cuatro restantes usted quita el tradicional “san lunes”, se encontrará con ¡tres días laborables!
Ya para finalizar, a estas alturas algún lector perspicaz habrá caído en la cuenta de que entre los tres días festivos que marqué para marzo no incluí el cuarto: la conmemoración de la expropiación petrolera. Ello se debe a que cae en domingo, en dieciocho, y es un aniversario político, por eso lo puse aparte, pues, por sí mismo, nos da otras tres veces tres: do-min-go, Lá-za-ro y Cár-de-nas… Que, por si fuera poco, ex-i-lió a Plutarco E-lí-as y Calles, más tres por todos lados…
Como se puede apreciar, marzo es un mes muy especial. Será por eso que yo nací el cinco, aunque me esperaban para el tres; pero no importa: si usted a cinco le resta dos tenemos el infalible tres, de manera que mi descubrimiento es aún válido…
Reto a quien quiera a que ponga en duda esta revelación que voy a patentar para después vendérsela en tres millones de pesos a tres ricos que estén dispuestos a hacerse todavía más ricos agregándoles, a ese tres, ceros de tres en tres… ¡Cuidado con marzo! Porque, para acabar, fíjese bien: ma-r-zo… Aterrador, ¿no?
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