Nadie duda que México es un país de contrastes... de enormes contrastes. Y aunque para algunos políticos es una cuestión de la que dicen sentirse orgullosos, es claro que la razón se debe a que ellos están siempre del mejor lado del claroscuro mexicano: con grandes sueldos, extraordinarias prestaciones, seguro de gastos médicos, con toda clase de apapachos y, por si fuera poco, con fuero.
El lluvioso inicio de año contribuyó a darle una significativa notoriedad a los contrastes. Ha quedado clarísimo y muy bien demostrado que hay de valles a valles en nuestro país. No es lo mismo Valle Dorado que Valle de Chalco. A los moradores del dorado valle un día se les vino encima un tsunami de caca que le dio en toda la torre a su suburbial estilo de vida. Sus aspiracionales casas llenas de Lladrós y muebles estilo chip-an-deil se convirtieron en basura; sus coches último modelo se inundaron con aguas negras y se convirtieron en pérdidas totales... aun sin que los hubieran terminado de pagar; los niños, alumnos siempre de escuelas particulares, se enteraron que había otras formas de oler el mundo. Por esa gran desgracia (que no deja de serlo) corrieron el gobernador, con todo y el copete bien peinado, y las fuerzas armadas a auxiliarlos, a ofrecerles ayudas materiales y espirituales. Sin embargo, esta apremiante solidaridad no fue del todo bien recibida, pues las clasesmedias a la mexicana son bastante pretensiosas y pederas. Uno de los grandes conflictos de nuestro país, es que no nos gusta aceptar que estamos jodidos y menos cuando se trata de ciudadanos que se sienten de primera. Ni lo mande Dios que fueran a alternar con los soldados que les preparaban alimentos sin ese estricto control de grasas y carbohidratos que les exigen sus rigurosas dietas.
El caso es que los gobiernos estatal y federal se empezaron a echar las culpas y abrieron una puerta muy difícil de cerrar: ofrecieron indemnizar con dineros los males causados por las inundaciones. Y es que en lugares como Valle Dorado, donde todo es aspiracional, resulta poco probable que la gente se conforme con ayudas que no estén a la altura de sus doradas aspiraciones. No exagero ni miento cuando digo que me tocó ver y escuchar un par de arrogantes rechazos respecto al tipo de ayuda que se les estaba ofreciendo.
Otra cosa muy, pero muy distinta fue el caso de las inundaciones en el Valle de Chalco: la ayuda no fue ni tan inmediata ni tan sustanciosa, los ofrecimientos no han sido del todo cumplidos y la solidaridad de los mexicans desbordada en el caso del sismo en Haití, brilló por su ausencia en el caso de los vallerinos de Chalco; mientras que para allá se enviaron miles de toneladas de todo tipo de cosas, los centros de acopio para los compatriotas inundados lucían desolados. Eso si, calderón anunciaba con toda pompa y circunstancia los desaforados festejos de una cuestionable bicentenaria celebración (recordemos que en el inter de esas dos centurias se atravesaron 11 re-elecciones de Santa Ana, 9 de Porfirio Díaz, 4 de Benito Juárez, una invasión francesa, una norteamericana y otros varios etcéteras que la mera verdad no ameritarían tanto jolgorio).
A diferencia de las actitudes tomadas por los valledoradinos, las de los chalquenses eran de absoluta sumisión y resignación ante la desgracia, a pesar que no era la primera vez que les sucedía semejante cosa.
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