Por Américo Prepucio
El otro día estaba embruteciéndome con unos amigos y entre chela y chela, la conversación tocó los más diversos temas: las virulentas consecuencias del virus, pasando por las simpatías compartidas hacia el personaje Bob Esponja, hasta llegar al místico tema de la decisión del tocayo de los titulares de este blog y que vive en el Vaticano, respecto a abolir o finiquitar el tema del Limbo dentro del esquema de creencias del catolicismo. No es de extrañar que conforme aumentaba la ingesta de alcohol, más ascéticos nos poníamos, pero esa es otra historia. Por lo pronto me quiero detener en ese tema del Limbo, pues me llama la atención que siendo la iglesia como es de retrógrada y lenta para sus acciones correctivas, haya dejado en manos del multimillonario Carlos Slim este asunto tan delicado. Me explico. Diga lo que diga la iglesia como institución, le hace los mandados a las tarjetas Ladatel ya que ahí sigue existiendo un limbo en el que se quedan grandes cantidades de pesos y centavos que seguramente son consideradas "aportaciones voluntarias de los mexicanos para que Slim siga entre los hombres más ricos del mundo"Ese que es uno de los surrealistas orgullos nacionales y casi un premio de consolación, tratándose de un país tan, pero tan jodido en muchos sentidos ¿Cómo es posible que suceda esto, si se supone que las tarifas por llamada tendrían que ser exactas? Estos saldos en tarjetas deben de sumar miles de pesos y como sucede con tantas otras cosas en nuestro país, pues nadie sabe, nadie supo y chin chin al que se le ocurra reclamar. La operación de los teléfonos públicos de Telmex ya es de por sí sospechosa, pues abundan por toda la ciudad, pero es un verdadero triunfo encontrar uno que funcione adecuadamente; o no se escucha bien, o no reconocen la tarjeta o simplemente están en condiciones tan desastrosas que prefieres no hablar para no pescar un virus ve tu a saber de qué.Por más buena voluntad que se quiera tener, es difícil no pensar que hay algo turbio en las operaciones de sus empresas, como sucede con las ventas nocturnas y especiales de los Sanborns en las que se pueden encontrar artículos a precios risibles o escandalosamente ridículos, que bien podrían entrar en la definición de la familia Soprano de "se cayeron de un camión".
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