Por Benedicto Tres Equis
Hace unos días un amigo publicó en FB que "había librado la Navidad". No sé si se refería a la terrible gripa que le había hecho pasar un mal rato (que duró varios días) o a su espíritu de Scrooge que comparto abiertamente.
La verdad es que lo entiendo porque cada año la Navidad es una temporada más difícil de librar. Hay que tener la paciencia de un santo para no reventar con ese espíritu de bondad social que, además, año tras año parece más escaso. El tráfico se pone en verdad insoportable y la furia e intolerancia de los conductores parece no estar incluída en los deseos de buena voluntad. La televisión, ya de por si carente de cualquier interés se pone peor, entre las películas de temporada (repeticiones infumables) y los programas en los que las televisoras del duopolio mexicano obligan a sus respectivas constelaciones a participar en acartonadas y falsas celebraciones navideñas, donde nadie se divierte ni se la pasa bien, con lo que pretenden que la teleaudicencia se divierta y se la pase bien. En los programas y en los noticieros se quedan los sustitutos de los sustitutos, porque los titulares y los primeros sustitutos toman unas merecidísimas vacaciones a sabiendas de que muy probablemente no habrá noticias que ameriten su destacada participación y si las hay, pues tendrán que esperar a que ellos regresen... para darles la debida importancia.
Los reportajes y las notas de color son las mismas año tras año y hay, aparentemente, tan poco que cubrir por parte de los reporteros que cualquier estupidez se convierte en su noticia de ocho columnas, como si viviéramos en una rancheria perdida en el desierto de Sonora. El espíritu navideño es tan grande que, las 21 ejecuciones que se reportaron durante el fin de semana de las celebraciones no hizo mella en el ánimo de los celebrantes... ni de las autoridades.
En la ciudad de México ya ni santaclós puede reventarse a gusto en estas fechas pues corre el riesgo de ir a parar al Torito y su trineo al corralón. El mentado puente Guadalupe-Reyes que marcaba las fechas en las que todo mundo pretendía evardirse de su realidad y de su rutina (que para el caso es lo mismo) se ha visto ensombrecido por la preocupación que generan los alcoholímetros que siembran por toda la ciudad. O sea que dentro de poco ya ni esa gracia tendrá la Navidad.
¿Y todo para qué? Alguien por ahí comentó que lo que sigue es la Cuesta de Enero... que termina en Junio (si bien nos va)
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