Si usted creyó que el título de esta colaboración se refiere a que padezco una incurable aversión a "la funda de las armas blancas o instrumentos de hoja afilada" o que aborrezco las judías verdes, esta usted en un gran error y no tiene muy buena ortografía, pues como dicen en algunas tropicales regiones de este planeta: "esa es otra vaina!" Si usted, por el contrario, supuso (ayudado por la foto que ilustra este escrito) que el título está relacionado con una muy personal repulsión que siento por algunos baños... está usted en lo correcto. Y es que me vi obligado al neologismo afrancesado, porque no encontré por ninguna parte una definición que describiera mi padecimiento y mucho menos cual podría ser su origen. Vaya ni en wisky-pedia ni en los estudios del maestro Kinsey encontré información que me explicara el por qué en mi vida he pisado el baño de un avión, aunque el vuelo sea trasatlántico.
Al respecto hay ciertas cosas que no son difíciles de entender, por ejemplo lo terrible que resulta el entrar en el baño de un Sanborns, refugio de mensajeros carrereados, de policías asoleados, de urgidos ejecutivos y prácticamente de todo aquel que transite por las calles de esta inhóspita ciudad, cuando de hacer una necesidad se trata. La verdad es que me basta con mencionarlo, para empezar con las náuseas. ¿Habrá una actividad más ingrata que la de esos pobres individuos que se encargan de la limpieza de estos fétidos lugares? Francamente NO lo creo.
Como dije, eso se entiende. Lo raro es que, de pronto la fobia se me convierte en filia y no pueda evitar el recordar baños extraordinarios y sorprendentes como el que diseñó Philippe Starck para El Teatrón, ubicado hace años atrás del Auditorio Nacional y que desafortunadamente ya desapareció (me refiero al lugar en su totalidad y no sólo al baño).
El de la foto es otro ejemplo. Vaya lugar en el que bien podrían echarse unos brincos Fred Aster y Ginger Rogers; con esa iluminación tan teatral que invita a declamar algo entre chisguete y chisguete y al escribirlo caigo en la cuenta de que esta puede ser la etimología de la frase "voy a hacer chis".
Probablemente se trate de una abierta y retentiva confesión, el caso es que si la primaria necesidad me cuesta muchísimo trabajo el superar para entrar en un baño público, de la secundaria ya ni hablamos.
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