¿Será el humor una privilegio de la inteligencia? ¿Cuando una sociedad tiene la capacidad de ejercer la autocrítica, es significativa la distancia que toma frente a una sociedad que no lo hace? Las respuestas la encontré con el zapping: mientras en el canal de la BBC estaba a punto de iniciar un capítulo de la serie Little Britain, en Telehit pasaban un programa que se llama La guerra de los chistes, con un gordito llamado El Borrego Nava y un par de retrasados mentales profundos más.
Little Britain no perdona. Hace parodias exactas de los típicos británicos (dicen quienes han vivido por allá) y no se les escapa prácticamente ningún rol, estereotipo o tara inglesa: el gay que está orgulloso y obsesionado con que es el único gay del pueblo, cuando es el menos gay de todos; los travestis que van por la vida pretendiendo que son unas damas... aunque luzcan un enorme mostacho; el falso paralítico que se la pasa jodiendo a su bienintencionado y solícito amigo; la fascista y desgraciada coordinadora de un grupo de gordos que quieren bajar de peso; la ultra racista que vomita sin pudor cuando se relaciona con algo que no sea inglés; el secretario del primer ministro que se la pasa fantaseando con su jefe. En fin, una cantidad de personajes divertidos y abrumadores por lo críticos y directos. Prácticamente son dos los actores que llevan todo el programa con caracterizaciones geniales. Si no lo ha visto no se lo pierda porque se va a divertir en serio.
De La guerra de los chistes mejor ni hablamos sintonícela si se quiere pasar un rato muuuuuuuy poco inteligente y francamente NADA agradable.
Si esto responde los planteamientos iniciales, entonces quiere decir que estamos a años luz del primer mundo y lo peor de todo es que no se limita a cuestiones de economía.
Ay qué tristeza la mía.
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