Por Benedicto Dos Equis
Ha llegado el momento de las definiciones, el Ejército Zapatista, con el subcomandante Marcos al frente, puso el ejemplo hace ya un rato. Como soy de lento aprendizaje he tardado en reaccionar, pero hoy paso a la acción y declaro mi domicilio casa autónoma, como los municipios y los caracoles zapatistas. Nunca es tarde para empezar, verdá de Dió.
A partir de este momento las leyes de esta república bananera y tropical llamada México no aplican en ella. Mis usos y costumbre y los de mi apreciable familia pasarán a ser la ley, aunque en un ánimo de buena convivencia con el vecino, y en concordancia con mis políticas de relaciones exteriores, regirán solamente al interior de mis fronteras nacionales, mismas que, por poner un ejemplo, hacia el oriente estarán delimitadas por el tapetito de felpudo que dice “bienvenido”.
Esta tarde, nomás llego de chambear, habrá solemne ceremonia en casa: se nombrarán a las nuevas autoridades autónomas de acuerdo a los usos y costumbres que durante generaciones han normado las relaciones en la familia.
Con el ánimo democrático que me caracteriza, pero sin olvidar mi amplia cultura universal, a la Napoleón me coronaré el rey de la casa, título que ya de por si me pertenecía, aunque no oficialmente. Mi señora será ministra del interior; el primogénito ministro con cartera mínima, dado lo que gana; mi pequeñaja será ministra de relaciones exteriores, dado su carácter alegre y extrovertido; y, por último, Jacinta, la chacha, cargará con la doble responsabilidad de ser ministra de relaciones laborales domésticas y encargada de la oficina de enlace con los pueblos indígenas; cargo fundamental dada la escasez de personal de servicio que se viene sufriendo de unos años a la fecha.
Esta noche será trascendental pues redactaré a vuela pluma una constitución que, aunque por experiencia sé que por lo general son sólo decorativas, le dan seriedad al asunto y asimismo emitiré un comunicado dirigido a las autoridades correspondientes avisando que, con la pena, a partir de mañana dejo de pagar impuestos pues vulneran mi soberanía, además de que son una imposición neoliberal con la que nunca he estado de acuerdo. Esto, lo preveo, me va a causar problemas pero no me angustio, mejor me preparo: mañana mismo mando a comprar armas para pertrecharme y defender mi caracol.
Ha llegado el momento de las definiciones, el Ejército Zapatista, con el subcomandante Marcos al frente, puso el ejemplo hace ya un rato. Como soy de lento aprendizaje he tardado en reaccionar, pero hoy paso a la acción y declaro mi domicilio casa autónoma, como los municipios y los caracoles zapatistas. Nunca es tarde para empezar, verdá de Dió.
A partir de este momento las leyes de esta república bananera y tropical llamada México no aplican en ella. Mis usos y costumbre y los de mi apreciable familia pasarán a ser la ley, aunque en un ánimo de buena convivencia con el vecino, y en concordancia con mis políticas de relaciones exteriores, regirán solamente al interior de mis fronteras nacionales, mismas que, por poner un ejemplo, hacia el oriente estarán delimitadas por el tapetito de felpudo que dice “bienvenido”.
Esta tarde, nomás llego de chambear, habrá solemne ceremonia en casa: se nombrarán a las nuevas autoridades autónomas de acuerdo a los usos y costumbres que durante generaciones han normado las relaciones en la familia.
Con el ánimo democrático que me caracteriza, pero sin olvidar mi amplia cultura universal, a la Napoleón me coronaré el rey de la casa, título que ya de por si me pertenecía, aunque no oficialmente. Mi señora será ministra del interior; el primogénito ministro con cartera mínima, dado lo que gana; mi pequeñaja será ministra de relaciones exteriores, dado su carácter alegre y extrovertido; y, por último, Jacinta, la chacha, cargará con la doble responsabilidad de ser ministra de relaciones laborales domésticas y encargada de la oficina de enlace con los pueblos indígenas; cargo fundamental dada la escasez de personal de servicio que se viene sufriendo de unos años a la fecha.
Esta noche será trascendental pues redactaré a vuela pluma una constitución que, aunque por experiencia sé que por lo general son sólo decorativas, le dan seriedad al asunto y asimismo emitiré un comunicado dirigido a las autoridades correspondientes avisando que, con la pena, a partir de mañana dejo de pagar impuestos pues vulneran mi soberanía, además de que son una imposición neoliberal con la que nunca he estado de acuerdo. Esto, lo preveo, me va a causar problemas pero no me angustio, mejor me preparo: mañana mismo mando a comprar armas para pertrecharme y defender mi caracol.
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