lunes, 4 de mayo de 2009

No que nosotros, ojetes

Por Benedicto Dos Equis

Embargados por una enorme tristeza, los cerdos de todo el mundo han tenido que cargar sobre sus hombros la infamia de que son los causantes de la influenza porcina.


Y todo para que nos enteremos que un granjero canadiense de la provincia de Alberta contagió a sus chanchos con influenza.
Claro que los mordaces porcinos ahora están muertos de risa.




Y ahora los humanos tendremos que sobrellevar los sermones de los cerdos que con razón nos dirá que vemos la paja en el ojo ajeno y no vemos la viga en el propio.

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