sábado, 17 de abril de 2010

Mon Pere

Por El Maligno
(colaboración especial desde el Averno, donde está Maciel


Mon Pere o equivocó la vocación o equivocó la perversión porque, digo, no se puede ser guía de juventudes cristianas mientras se dedica a poner de a “chivito en precipicio” a niños menores de edad, lo cuál es doblemente malo porque encima de pederasta, marica.

Pero vamos por partes, porque yo quiero aclarar una cosa muy injusta: el hombre desde que es hombre tiene ciertas preferencias sexuales que la nefasta moral católica denomina perversiones y, cosa fatal, las perversiones han agarrado pésima fama porque tienen muy mala prensa. Pero, en realidad, las perversiones no son tales, son simples preferencias o filias. Como dicen los clásicos Cada quien hace de su culo un papalote y lo vuela donde quiera.

La pederastia no es una perversión, es un crimen. Dicho esto, repasemos algunas otras de las llamadas perversiones. Hay a quien le da por el bondage, pues muy su gusto; a ciertas parejas les gusta el rollo S&M (sadomasoquista) y gozan vestidos de látex y flagelándose; la gente sana y sencilla del campo de campo tiene amoríos con chivitas o con la vaca lechera.
o con su marido, y entonces agarra al toro y no precisamente por los cuernos. En fin, usted échele imaginación y siempre encontrará un roto para un descocido. Siendo así, no se entiende cómo el fundador de los Legionarios de Cristo era pederasta con niños, teniendo un gigantesco harem de consagradas niñas.
Las consagradas, por si usted no lo sabe, son las laicas que pertenecen a El Reino, el reino del deseo, será. El Reino es el nombre paradisíaco que le pusieron a la Legión de Cristo, el movimiento creado por Maciel para pararse el cuello y algo más, como satisfacer sus más bajos instintos.
Teniendo tanta niña bien a su disposición, va y escoge niños el muy guarro. Con chistar un dedo,

Mon Pere podía tener frente a sí una consagradita bien cachorra:
-Hija mía, híncate.
Y la consagrada se hincaría…
-¿Qué quiere que rece, Mon Pere?
-Por ahora nada, hija –le contestaría Maciel salivando- Quero que abras tu boquita.

Y la consagrada abriría su boquita mientras Mon Pere se abría el zipper…
-Hija mía… la decencia me impide seguir, baste decir que después Mon Pere le pondría 457 rosarios a la consagradita para absolverla de sus nefandos pecados. Si a Maciel le hubiera dado por allí nadie diría nada.

Y que me dice del cura gringo que se echó a más de 200 sorditos.
-Hi, father John -diría uno de los sorditos.
-Don’t call me father, sweet boy, call me sugar dady, y acto seguido ponía en cuatro al ingenuo sordito.
Carajo, mire que habiendo infinidad de filias a los curas les da por allí. Y luego dicen que Dios existe: ¿pus donde anda?