jueves, 22 de julio de 2010

¿Somos un país a disgusto?


Por Benedicto Tres Equis

Sin duda lo somos. Aquí se ve malhumorado al que tiene trabajo porque lo tiene y al que está desempleado porque lo está. El otro día en un programa en el que se entrevistaba a un joven músico mexicano que reside en París desde hace unos años, decía que es una ciudad maravillosa, pero que lo sería más si la gente sonriera un poco más. No sé hace cuánto tiempo se fue para allá, pero no creo que en la época en la que vivió por acá las manifestaciones de disgusto fueran diferentes. Después de todo ¿cuáles son las razones para sonreir si no te llamas emilio azcárraga, carlos slim o ricardo salinas? Después de todo el mundial de futbol, por ejemplo, les dejó carretadas de dinero que seguramente se habría multiplicado tremendamente si la oncena mexicana fuera más eficiente y tuviera un espíritu digamos... más empresarial.
La política tampoco da como para sentirse satisfechos y orgullosos, ya que los gobernantes no respetan a los gobernados y los tratan como súbditos. No les interesa un cacahuate el buscar soluciones reales, de fondo a los problemas más graves, a los verdaderamente importantes. Lo curioso es que hasta hace unas cuantas semanas yo creía que los políticos eran los principales responsables del desastre que es este país, pero me he dado cuenta que la mayor responsabilodad recae sobre la gente común y corriente. El problema es precisamente que nos cuesta asumir nuestra parte de culpa o nuestra responsabilidad, señal inequívoca de profunda inmadurez. Pretendemos que son "los demás" los únicos culpables de que las cosas estén mal. Hace falta autocrítica y compromiso, siempre tenemos pretextos y justificaciones, como quien dice no queremos tomar la palabra porque no estamos dispuestos a cumplirla.Siempre es mejor que las cosas sigan como están porque hacerlas cambiar requiere de un esfuerzo que no podemos (o no nos interesa) realizar.