jueves, 10 de febrero de 2011

LOS "TRIUNFOS" DE LA SELECCION MEXICANA


Por Benedicto Tres Equis
Siempre que veo un partido de fútbol de la selección mexicana lo hago de manera fraccionada, por lapsos de minutos e incluso de segundos, y con la esperanza de verlos derrotados, hundidos. Este tipo de pensamientos siempre me han causado serios conflictos ¿será que soy un traidor a la patria? ¿será que no soy realmente mexicano y por eso deseo que pierdan? ¿será que secretamente pienso en que pierdan para sorprenderme si ganan? ¿será que soy un malnacido porque debí haber macido en otra parte del mundo? Ayer finalmenet encontré la respuesta a las interrogantes que me persiguen cada vez que juega la oncena verde.
Ni soy traidor a la patria ni nada parecido, simplemente detesto que los comentaristas de la t.v. sean tan desmesurados en su manera de presentar a un equipo mediocre, pobre de técnica y de espíritu. Si los once jugadores que están en la cancha pudieran escuchar lo que dicen los cretinos de la televisión, ellos mismos se sentirían avergonzados, voltearían al cielo y dirían "¿de qué estás hablando don Perro Bermúdez?".
Lo más triste de todo es que nadie parece estar en su sano juicio cuando se trata de ver objetivamente el papel que desempeñan los jugadores de futbol mexicano y  esa misma falta de posición critica es aplicable al trabajo de los políticos y de las autoridades de este país.
Que se sigan llenando los estadios para ver a  dos docenas de changuitos persiguiendo una pelota, sin dar un espectáculo entretenido, lo cual obliga a los espectadores a buscar consuelo en las chelas y en las porras no importa tanto; que las televisoras sigan hinchando sus arcas vendiendo espejismos a un afición esperanzada en tiunfos y fantasías gambeteras también es irrelevante. Lo que si está de la fregada es que creamos a pie juntillas todo lo que se nos dice o se nos deja de informar: se habla de un control en los precios, de victorias en la guerra que está viviendo el país, de libertad de expresión y de muchas otras cosas que son, en realidad, todo lo contrario.
Una cosa es que los merolícos a los que les pagan por ensalzar a un equipo de fútbol cumplan con su trabajo y le hagan creer a todo mundo que lo que están viendo es una muestra de virtuosismo futbolero y otra muy diferente el quedarnos contentos y conformes con las versiones oficiales en un país convulsionado y corrupto donde encubrir la realidad parece la cosa más sencilla.