miércoles, 27 de mayo de 2009

Deje de fumar

Por Benedicto Dos Equis




Como cada quien es muy libre de tener las obsesiones que mejor le convengan, voy a a tratar un tema recurrente en mí: como dejar de fumar. He tenido éxitos parciales en esta empresa a lo largo de los años. De hecho he podido dejar de fumar, hasta nueve horas seguidas, si va de por medio el sueño de la noche y hasta cuatro en estado de vigilia. Pero, por algo se empieza. En todo caso, voy a poder hacer una recomendación que, además de no involucrar a la muerte, parece tener un porcentaje de éxito superior al 100 por ciento, en personas que no fuman, y de 2.3 por ciento entre quienes tienen el hábito. De todos modos 2.3 es mejor que nada, puesto que en el más optimista de los casos, nada, siempre es menos que uno y uno es poco en cualquier caso.

La técnica en cuestión me la recomendó un amigo mío que es ejecutivo de éxito y se las sabe de todas todas en dicho rubro; el del éxito. Este amigo es de los que ha probado de todo para triunfar en la vida: desde memorizar las obras completas de Og Mandino, hasta profundizar en los consejos de Dale Carnegie; la dianética; el budismo Zen empresarial; el ocultismo, sobre todo de utilidades; el jujitsú contable; la macrobiótica; el vegetarianismo carnívoro; la levitación y creo que hasta estudio la carrera de administración de empresas. En fin, que el hombre ha empleado de todo con el objeto de lograr su superación personal, el éxito profesional e intentar evitar las caries. Todo ello, claro está, sin olvidar el tema que nos ocupa. Según mi amigo el dejo de fumar gracias a la meditación trascendental y desde entonces es otro hombre, tanto que en diversas ocasiones ha tenido fuertes disgustos con su señora pues se la ha encontrado con él en la cama y como es otro pues, claro, se siente engañado. Pero ése ya es otro cantar, volvamos al cigarro.
Obviamente no voy a soltar aquí todo el rollazo que me tiró, de manera que me limitare a pormenorizar los aspectos en verdad relevantes para dejar de fumar. En primer lugar creo que la meditación trascendental es una técnica demasiado poderosa para ser utilizada en algo tan pueril como abandonar el tabaco. Es por ello que alejándome un poco de lo dicho por este amigo y metiéndole un poco de mi cosecha, voy a hacer pública una técnica inventada por su servidor: la meditación intrascendente. Esta técnica tiene de ventaja sobre la otra que sin ser tan trascendental de todos modos funciona y, si usted se esfuerza un poco y sigue las instrucciones al pie de la letra verá como en un santiamén habrá dejado de fumar. Para practicar la meditación intrascendente primero que nada se requiere de un lugar acogedor y silencioso. El sitio ideal, tanto porque reúne ambas características como porque en todas las casas existe, es el baño. Usted nada más haga cuentas de las horas de solaz y esparcimiento que se pasa en dicho recinto, disfrutando de variadas lecturas y de un buen cigarro mientras atiende el llamado de la naturaleza, y verá que el baño es una especie de santuario de paz y recogimiento al que nadie ha dado el lugar que le corresponde en la historia de la humanidad: estoy seguro de que, en el campo intelectual, ocupa un lugar tan importante como el ágora ateniense o el manzano de Newton. Una vez que se ha encerrado en el baño es menester que coloque usted en el piso una alfombra para sentarse. Se recomienda, de preferencia, que ésta sea un tapete persa auténtico. Si no tiene uno, puede utilizar una de ésas imitaciones que venden en Liverpool o el Palacio de Hierro o, si no, pues puede llegar a echar mano de un tapete de baño común y corriente pero, eso si, de los que se usan para salir de la regadera, aunque sea de toalla. El único tapete estrictamente prohibido son los de hule con hoyitos que se ponen en las tinas ya que esos, además de restarle dignidad al acto, permiten el escape de las vibraciones espirituales por los agujeros.
Una vez que ha colocado el tapete deberá acomodarse encima en posición de "flor de loto". Como es algo difícil de lograr puede recurrir a otra flor, el perrito incluido, si le acomoda. Ya en posición, ponga sus manos sobre las rodillas con los dedos abiertos a dos centímetros de distancia uno del otro y con la palma flotando entre dos y tres micras encima de la pierna. A continuación trate usted de poner la mente en blanco. Si no lo logra la puede poner en el color de su preferencia procurando sólo que no sea ni negro, que atrae malos espíritus, ni rojo, que desencadena pensamientos pecaminosos, ni rosa, que exalta la cursilería. Ya con la mente en blanco o en el color que haya decidido comience a respirar lenta y profundamente como si le estuviera dando el golpe al cigarro, e inicie una cuenta regresiva a partir de un millón. Como lo más probable es que por allí del setecientos cincuenta y siete mil ya se habrá quedado dormido, espere a despertar y vuelva a iniciar el conteo descendente. Está científicamente comprobado que aproximadamente cada doscientos cincuenta mil números se pierde la conciencia de manera que usted no ceda: cada vez que despierte reinicie la cuenta donde se quedó. Para cuando llegue a uno, sumando el tiempo que tardo en contar y el de las siestas, es probable que hayan pasado entre ocho y doce horas, de manera que ya llevará medio día sin fumar. Cuando termine tómese un vaso de agua y cómase un sandwich y vuelva, de inmediato, a iniciar el procedimiento. De esta manera y sin siquiera sentirlo, con alrededor de quince sesiones continuas de meditación intrascendente usted habrá dejado de fumar algo así como siete días y ya habrá pasado el periodo del síndrome de abstinencia, con lo que el hábito quedara superado. Si la técnica no le funciona, entonces si el asunto es grave y le aconsejo que consulte a su médico sobre todo si es oncólogo.

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