martes, 4 de agosto de 2009

Un amigo muy excéntrico

Por Benedicto Dos Equis



Tengo un amigo sumamente excéntrico. Yo también soy excéntrico pero soy un excéntrico moderado y él uno radical. Ambos, por otro lado, somos miopes de modo que un día que lo esperaba en una cafetería y lo vi acercarse con lentes oscuros me llamó la atención. Lo primero que le pregunté fue que si sus anteojos de sol estaban graduados; negó. Si o llevaba lentes de contacto: tampoco. Así, le pregunte qué veía. “El bulto”, me contestó tan tranquilo. ¿El bulto –pensé? La idea me produjo un gran desasosiego. Me imaginé caminando por la calle viendo pura imagen borrosa, sin saber a ciencia cierta si una figura ominosa vestida de negro que se acercaba era un asaltante o una monja.
Nos fuimos y me olvidé del asunto. Como soy de los que nunca está a gusto con nada, cierto día decidí que mis lentes para ver de lejos me molestaban para ver de cerca y como me resultaba molesto estar poniéndomelos y quitándomelos cambié a bifocales. No pasó mucho tiempo cuando me percaté que como no me decidía por dónde ver la computadora, si con la porción superior o la inferior de los lentes, arrugaba la cara en forma bastante grotesca de modo que estaba por volver a los lentes de siempre cuando se me ocurrió probar los de contacto.

Pero con ellos tenía que usar, además, anteojos para ver de cerca lo que resultó una lata. Finalmente volví a los lentes de miopía y de paso descubrí que veo de maravilla de cerca. Así, cuando iba a comer a un restaurante sólo quitaba los lentes y podía leer perfecto. Entonces descubrí que si levantaba la mirada veía “de bulto” y me resultó atractivo.

La defeña promedio mejora notablemente fuera de foco, de modo que veía un par de nenorras en la mesa de al lado y me la pasaba muy bien. Ya cuando me ponía los lentes para ir a pagar notaba que las nenorras eran un par, un trío o un cuarteto de loros. Más aventurado me lancé al centro comercial sin lentes y la experiencia fue agradable. En un ataque de valor raro en mí decidí cierto día caminar hasta la oficina sin lentes… ¡de no creerse!: la ciudad y los capitalinos se transformaron y, “de bulto”, mi calidad de vida mejoró. Hoy comprendo que mi amigo no es un excéntrico, es un sabio notable. ¡Brindo por él!

1 comentario:

  1. Entonces la moraleja sería que no hay mujeres feas ni poco alcohol, sino falta de visibilidad.

    Besos chilangos

    ResponderEliminar