martes, 29 de marzo de 2011

EL INTERNET Y LA IGNORANCIA

 Por Benedicto Tres Equis
¿Con el fácil acceso a la información que brinda la internet se acabó la ignorancia? No lo creo.
Ayer estuve en el Centro de la Ciudad de México durante varias horas, por lo que me dió tiempo de recorrer algunas de sus calles, visitar varias de sus iglesias y convivir con alguna de la fauna que circula por ahí. Madero, que es ahora calle peatonal, ha cambiado los ríos de coches por hordas de transeúntes que parecen brotar de las alcantarillas, incrementando la característica verbena que es tradicional en este punto de la capital.
El Cento Histórico tiene un sabor y un movimiento que no he visto en ningún otro estado de la República Mexicana. Cuando se llega a cualquier ciudad, generalmente la indicación vial más sencilla es la que apunta hacia el punto neurálgico que es su Centro. Esto sucede en la misma Ciudad de México y, por extraño que parezca en una urbe tan grande, llegar a él no es nada complicado. Esto lo podría explicar con claridad un urbanista, si es que alguna vez tenemos la suerte de encontrar  a algún urbanista capaz de explicar algo.
El caso es que en este día que me tocó deambular por el Centro, llegó un momento en el que tuve que hacer un alto. Lo hice en una insulsa y diminuta plaza que hay a un lado de la Torre Latinoamericana, en donde se exhibían (de manera más que desangelada) algunas esculturas. Lo mejor de todo es que había bancas en las que la gente estaba tomando el fresco. Me senté en una en la que se encontraba una pareja de lo que bien podrían ser vendedores u oficinistas, que probablemente estaban en su hora de comida. Inevitablemente escuché su plática: ¿cuántos pisos tendrá La Torre? ¿en qué año la construyeron? ¿qué superficie ocupará? ¿cuánto medirá de altura? ¿cuántas ventanas tiene? fue la primera andanada de preguntas que le soltó ella. El sólo atinó a sacar de su bolsillo un teléfono celular para intentar conectarse a internet. Por suerte para él,  consiguió la conexión y con voz fuerte y clara empezó a leer todos los datos que ella le había solicitado. Le respondió todas las preguntas  y le dijo que si ella así lo deseaba, le podría dar los nombres y apellidos de todas y cada una de las personas que trabajaban en la torre... y de las que estaban de visita en el mirador de ésta.
No pude evitar el recordar algunos amigos de la pre-web. Los conocíamos como Los Pequeños Larousse de lo insustancial y se caracterizaban por el enorme cúmulo de información inútil que manejaban. Sus temas iban desde la minuciosa descripción del apareamiento de las ballenas asesinas, pasando por los tres millones de variantes de pistilos que tienen algunas especies endémicas de la amazonia, hasta las diferencias en la confección de trajes espaciales rusos y norteamericanos. Por increíble que parezca, había quienes calificaban de inteligentes a estos pelmazos y no faltó la incauta que incluso se casó con alguno de estos personajes, pensando que su descendencia estaría, mínimo, a la altura de Einstein.
Hay que reconocer que estos personajes por lo menos tenían que memorizar una enorme cantidad de  datos (difícilmente comprobables) para deslumbrar a quien se dejaba. Ahora parece que todo está a unos cuántos clicks de distancia, para que nadie tenga que pasar por un apenado "NO SÉ".

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