sábado, 27 de junio de 2009

El pilluelo de Sanford

Por Benedicto Tres Equis
La doble in-moral de los gringos siempre es sorprendente: pueden ir a armar guerras a miles de kilómetros de distancia y no quieren que nadie diga nada; su industria porno es enorme; son de los mejores clientes del narco; se escandalizan, pero al final pasan por alto los felatios a sus presidentes; eligen por dos periodos a un mega imbécil como bush (hijo de otro que ya se había encargado de armar muchos desmadres) y ahora están indignados porque el gober de Carolina del Sur, Mr. Mark Sanford, se dió una escapadita para ir a echarse un brinquito con su amante a Su Buenos Aires Querida. No sé que más quieren, si el susodicho ya se disculpó y hasta regresó los 8 mil dólares que le costó la escala técnica al Estado.
La neta es que no sé de qué se quejan, deberíamos de mandarles unos cuantos gobernadores y exgobernadores mexicanos para que vean lo que es amar a Dios en tierra de indios (sin ofender):
Les podríamos mandar a M. Marín el repugnante gober precioso a quien ya nadie menciona ni molesta, a pesar de todas sus marranadas... y esas si que son bajas pasiones del méndigo pederasta.
Cómo se pondrían si tuvieran un cretinazo como Monreal, quien se armó su teatrito de la valiente pseudorenuncia para que se le investigara y nomás no ha pasado nada, porque acá la justicia es lenta y casi siempre injusta cuando se trata de políticos.
¿Dónde andará Sergio Estrada Cajigal? Tal vez el también anda en Buenos Aires gastándose la lana que ganó de manera más que turbia durante su mandato y nadie se la hace de tos. Un día de estos aparecerá en otro cargo público.
A Beltrones, que tiene pinta de gángster, como que ya lo quieren investigar por sus obvios... perdón, presuntos nexos con el narco.
Y la lista es interminable, estado por estado y época tras época. Por eso me parece que los gringos exageran cuando hacen tanta alharaca por un gobernador que se echó una escapadita y al que su madrecita, una anciana de 83 años, ya le dió su jaloncito de orejas. Cabroncitos los de por acá y ni quien los moleste.

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