lunes, 31 de octubre de 2011

INDIVIDUALIDAD COMUNITARIA SIN CRISIS DE IDENTIDAD

 Por Benedicto Tres Equis/H®
Generalmente transitar por las calles requiere de una gran concentración, ya sea como conductor o como peatón es importante andar siempre a las vivas, pues no falta el que nos embiste con su auto o el que nos quiere pasar por encima aunque no tenga cuatro ruedas. La verdad es que se requiere de una gran pericia y un extraordinario valor para salir a las calles y, por lo mismo, es difícil prestar atención a lo que nos rodea.
El otro día, sin bajar del todo la guardia respecto a mi seguridad peatonal, pude poner atención a algunos jóvenes que vi en la calle. Por ejemplo una pareja de  mujeres que parecían no darse cuenta de que eran exactamente iguales... aunque cada una de ellas se sentía única.
Cada una de ellas traía cargando una imagen de san judas tadeo y era evidente que regresaban de la iglesia del santo del mismo nombre (este asunto que ocurre cada día 28 de todos los  meses me parece una aterradora y fanática moda que poco o nada tiene de devoción y espiritualidad) las dos lucían enormes arracadas prendidas de las orejas, sus maquillajes eran realmente cargados, multicolores y casi iguales; sus peinados eran prácticamente idénticos; vestían ropa muy similar en lo que ellas consideraban el último grito de la moda y su aletargada actitud hacía pensar que la una veía a la otra en un espejo.
Lo más increíble de todo es que las dos mujeres eran diametralmente opuestas en lo que al físico se refería: una era chaparrita y la otra era alta (o al menos parecía alta ante la insignificante estatura de su compañera) la pequeña era muy esbelta, mientras que la otra era gorda (y parecía aún más gorda por el contraste que hacía junto a la otra) una era de tez muy, muy morena mientras que la otra era más bien blanquita; su mímica era muy similar.
Era como si estuvieran en un espejo, con lo que eso representa, ya que el lado izquierdo de la una se convertía en el lado opuesto de la cara de la otra... por lo que era la misma cara, pero al revés. Las dos se sentían únicas e irrepetibles y no les importaba tener enfrente a su propia caricatura.
Además del maquillaje y los accesorios, su actitud y sus acciones eran exactamente las mismas: las dos enviaban mensajes por su teléfono; cuando entraba una llamada el timbre era el mismo y contestaban de la misma manera ¿cuánto tiempo pasarían juntas para ser tan idénticas? ¿O no será necesario?
Lo más curioso de todo este asunto es que parecían apreciar mucho esa pertenencia a un clan de dos y se veían muy satisfechas con esa extraña individualidad comunitaria

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