miércoles, 8 de abril de 2009

¡Acapulco en la azotea!


Amanecí con ganas de ebrardiar (gran verbo que acuñé en trance de epifanía, así nomás). En vez de ir a alguno de los muchos bellos puertos nacionales a bañarme en las aguas de la mar océano rodeado por, como diría el clásico, la astrosa grey, estoy en el proceso de crear mi propia playa en la azotea de la casa.
Mientras el jefe de Gobierno queda bien con el populacho poniéndoles playas públicas en plena capital donde además de llenarse de arena es muy probable que el respetable se llene también de liendres, yo, harto elitista, me fabrico mi playita privada.
Hice que doce camiones de volteo llenos de arena de las costas nacionales vaciaran su contenido en la azotea de la casa de usted, o sea la mía, compré una alberquita de plástico que coloqué estratégicamente y una hamaca que colgué por un lado del tinaco y por el otro del tendedero. A partir de mañana me voy a pasar cuatro días tirado en ella bebiendo cocos con ginebra y rica botana ahora que estoy generosamente pertrechado de tales insumos... Chévere.

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